Prosa Repentina

Besó la mano a la damisela, y de ella aspiró la sutil esencia. le vio admirada cual si fuese un fino caballero de tiempos pasados, del tiempo de Bécquer, de Espronceda y de Zorrilla.

¿Quien es este hombre que sabe entender el verbo, de quien no conoce más que su mirada?

¡Ah! que destinos traviesos trajeron por caminos diversos a estos seres, seres que entienden el canto de la lira y alguna que otra saeta de un verso.

Dialogando cual conversos; dejaron transcurrir el tiempo, hasta que el negro manto tapó la luz que los descubría de miradas furtivas.

Íbanse de camino a la morada por el sendero despejado, susurraban cómplices las voces y un perfume de limonarias cortaban los susurros y hacían un poema.

Llegaronse al lugar oculto, cual fiel fortaleza protegía un jardín.

Aun con Baco de la mano y con el sueño a cuestas, se balancearon las mecedoras y se encendieron las luciérnagas.

Entre la penumbra de los sirios perfumados dieron paso al ósculo deseado, que se quedó colgado de un atrapa sueños que sonó al ser mecido por un Eolo malcriado.

Marchose maese a su lar, sonriendo como un niño y guardando aquella prenda con cariño.

Ante la promesa de un poema volvieron a la tertulia, recorrieron los caminos de la sabiduría, esos que a veces se quedan sin andar.

No ha mucho tiempo la promesa se cumplió reposa ahora en las manos de quien esta prosa leyó.