Siempre me enamoraste

Constantinopla, cuna de mi linaje,
tan alejada de mí te encuentras.
No sé si podré llegar a ti algún día
y embelesarme de tus maravillas.
Al escuchar tu música exótica
experimento una inmensa alegría
que me eleva a ese grandioso país,
y me impregno del olor a canela.
Mis pensamientos me transportan
a esa bella Turquía de mis sueños,
a la que nunca he podido olvidar
porque la llevo dentro de mi alma.
Sólo una cosa le pido a Dios:
hacer posible mis deseos,
para poder morir tranquila
y ver cumplidos mis anhelos.
Aunque sea por un instante
quiero vivir ese momento.
Creo que sabré alcanzarlo;
es, lo que más he ansiado.
Tal vez lo pueda conseguir;
será como estar en otro cielo
y contemplar toda su grandeza.
Para mí no hay ninguna similar.
Tú, Constantino el Grande
le diste ese grandioso honor
de ser la capital de tu Imperio,
e implantar allí el cristianismo.
Desde niña ya me enamoraste;
te conservo en mi corazón
y jamás te dejaré de recordar
por muchos años que pasen.
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