Fluyen, raudos, dos afluentes
que son tu sueño y el mío,
sueños líquidos, potentes,
entre peñascos y puentes,
entre obstáculos sombríos,
salvando tiempo y distancias
para convertirse en río.
Y en un punto de la vida
se fusionan sus corrientes
en impetuoso torrente:
es el río de nuestro amor.
Un río de amor imponente
que recorre el continente
con su fuego abrasador.
Y con su caudal ferviente,
repleto de inspiración,
se funde en un corazón,
un alma, un solo latido,
cada palabra y suspiro
que nacen de la emoción
de vernos por fin unidos.
Dos afluentes que se mezclan,
uniendo en una dos vidas,
dos fracasos, dos heridas
que, por fin, quedan detrás.
No hay duda de que te adoro
y sé que soy correspondido
y que por siempre me amarás.
Así, prosigue este río,
este caudal insaciable
de ternura incomparable
que no se agota jamás.
Unido a tí para siempre,
esta idílica corriente
se acrecienta más y más.
Eduardo Ritter Bonilla.
27 de Junio de 2009.