Violada una niña.
De viento es el vino y raíz sin límites,
y grita en el cielo, el gime blanco violado,
Ya no hay más palabras encerradas,
atadas con una cuerda a la oscuridad inexorable.
Del camino y las amapolas. La droga,
Vuelven a caer grisáceos copos de asfalto,
sobre la magnitud cerrada del Visio, inquietudes,
Y mechones en las dulces azúcar morena, de las esquinas.
Del rumor apagado de los cuerpos secos. Ingratitudes.
¿No van a dormir todos tus comentarios al mismo callejón?
El azúcar habita siempre en iguales placeres altos,
y la amargura en los bajos barrios de trabajos.
Qué más da que el horizonte hable en uniforme muerto,
Si más negro será al alcanzar la hierba a la tierra verde,
En el frío temblor de una mariposa muerta,
existe el grito de una mujer abandonada.
Y una niña violada, que la viola un hijo,
De Jenny Rivera.
Será la fama o el dinero,
Hiero mata a hierro.
Condenarme que atrás vendrá tu castigo,
Existe el ángel sacrificado, sobre el cuerpo del miedo,
y la ausente sonrisa de la tragedia,
Que extiende su ronroneo en la perdida.
Esquina del lobo cazando caperucitas,
La playa lame la orilla de leve gris ceniza,
donde los malditos se ocultan en sus calles de cartón,
Ella pierde su inocencia más su corazón.
Y vuela la espuma blanca del mar sobre abandonados sueños.
Sobre el fugaz curso del río rojo de sangre.
Los secos cuerpos muertos entregan con pasión
Su pequeña alma hecha añicos al diablo.
Tras el lejano cristal de perla se oculta,
Asustadiza, la leve amapola negra de los riveras.
En el cielo amarillento el fuego rasga el horizonte sin límites,
Y brinda a la muerte en una pequeña copa de vino.
Bandadas de cuervos ocultan las ácidas nubes lluviosas,
Y las olas de incienso empiezan a hacer estragos,
En el inexorable avance del amanecer eterno,
Ya no hay peces más allá del mar.