Buenos Aires, ascenso de cristales y barroco
en opulentos palacios que invitan al ensueño
torres que hieren el cielo, dejando muy pequeños
los símbolos de ayer, que nunca serán pocos
Inmenso, enorme laberinto donde los hombres
se pierden en geometrías mutantes en segundos
amalgama inédita de babeles de este mundo
que se funden en vos, sin rangos y sin nombre.
Orillera, pedante, ladina, y con febriles sueños
que plasmaron ignotos hacedores de mañanas
aquellos que no supieron de nadas o de vanas
utopías que quedaron sin nombres y sin dueño
Por ello creciste, febril, desordenada, sin espacio
conjugando templos y burdeles y el abismo
con un río oscuro que se burla de si mismo
y refleja en brillo de plata, villorrios o palacios.
Asesina de mitos, del guapo y del carruaje
fusión de alienígenas figuras que reeditan
en agnósticas leyes o en dioses que meditan
porteños sin destino, o aquellos de linaje.
Cemento que vibró con el genio que palpita
en la voz de Carlitos, Hugo, o la Merello
cemento frío que jamás tuvo consuelo
cuando el impiadoso Dios se llevó a Evita.
Imposible descifrar tus dones tan borgeanos
que encierran laberintos que circundan
las entrañas que nos miran y que abundan
en rutinarias cosas que queremos y que odiamos.
Ciudad de amor, de odio, glorias y de espanto
donde está la raíz y nuevos brotes de mi vida
no lamento el dolor ni tampoco las heridas
que padezco hoy, por haberte amado tanto