Violenta dulzura

Mujer de una noche,
que cual recuerdos
tormentosos en mi mente,
enclavaste de fuego
tu mirada potente,
en mis lascivos ojos;
mujer que cumpliste
con mis antojos todos de a pocos;
mujer de una madrugada
que de mí, terminaste empapada,
empapada con tu sudor
que combinose con el mío,
empapada con el licor
que manaba del cuerpo mío,
y empapada del licor tuyo,
que el arrollo,
recorría de tu juntura.
Mujer de una noche,
que de tus labios la espesura,
como marca en la bestia,
tatuaste en toda la carne mía
con violenta dulzura,
mujer que aquella noche,
las caderas,
cuneaste como ninguna,
mujer valiente,
que encovaste en tí,
de mi cuerpo la parte mas ardiente.
Mujer fiera,
que tus uñas,
en el revés de mi pecho,
endentaste como cuñas,
al pie de aquel fastuoso lecho;
mujer que danzaste
el mismo ritmo mío,
mujer que musitaste
lindas melodías,
y suscitaste
tamaña gritería.
Mujer amorosa,
que dejaste entrañar
en tí,
mi parte más fogosa;
mujer posesora
de la boca más traviesa,
quien menea
el talle con mayor destreza;
mujer partidaria
de mi alma lúbrica,
de manos calientes
que erizaste mi parte ardiente,
mujer de inmensa ternura,
que nos devoramos con locura.
Mujer de luz inmensa,
que aquella noche borraste mi tristeza,
y me alegraste el alma;
mujer que perdí tu rastro,
como se pierde la noche
al llegar el alba;
mujer que te me escondes
como gusano en la fruta,
mujer que te ando buscando
como poeta a la pluma,
con violenta dulzura.