De tanto amasar el tiempo,
tercamente, entre las manos
al fin se me ha vuelto dúctil
y ahora puedo estirarlo;
hacer rendir más las horas
y anticipar las auroras
así, con sólo desearlo.
De tanto andar los caminos
al fin controlo mis pasos;
ahora soy yo quien decido
lugares, tareas y plazos
con criterio inteligente,
haciendo un uso eficiente
de mis piernas y mis brazos.
De tanto hablar sin mesura
en el transcurso de mi vida,
aprendí a guardar silencio,
administrando mi verbo;
sellando, cauto, mis labios
como hacen los hombres sabios
y reemplazando con hechos
tanta palabra perdida.
De tanto vivir los años,
cometer tantos errores
y tener tantas caídas,
cosechando desengaños
y lamiéndome las heridas,
he aprendido finalmente
a ser más sabio y prudente
en la senda recorrida.-