Ella camina y ríe
implícitamente por fuera,
y su amante gime
al ver caer por la escalera,
recuerdos tan simples
que le ha dejado ella,
cuando decidió irse
sobre la estrecha acera.
El toma una foto
mientras ella la ve,
su amante en el hombro
de otra blanca mujer,
y sin gestos de asombro
siente una lagrima correr,
que le llega hasta al codo
y le inunda la piel.
Piel que rosan mis manos
en tardes despejadas,
y se enchinan sus brazos
por pensar en la cama,
donde tiraba a pedazos
el saco y la corbata,
de su amante ingrato
que la ha dejado sin nada.
Dos amantes con caminos
separados e infelices,
el con otra y ella conmigo,
solo quieren cerrar cicatrices
de cuatro años seguidos,
de cuatro años tan simples
que han desaparecido
al verse y despedirse.
Una historia de dos amantes
donde tengo un papel,
de ser el cobarde
que le robo a su mujer.