Te cedo mis tantos patrimonios
y aquellos que aún no he escriturado
el café de una mañana sin demonios
ni arcángeles de humo que
aún esten peregrinando,
te cedo el boulevar que recorriste
un domingo por la tarde muy temprano,
la voluntad de labriego que desviste
la cosecha de tu piel
apretada en mis manos.
Te cedo el volúmen parcelario
de ese libro que te he dedicado
versos para aquella mujer
de mis anuarios
tendida en la desnudez
de mi cuerpo encarcelado.
Te cedo la humilde prosapia
del guerrillero,
harto de batallas
olvidadas en pasado,
el baile de un cisne te cedo
y el aventurero
pasear de mis yemas
por todos tus costados.
Te cedo la única verdad
de mi existencia,
y el inocente rubor
de algunas mentiras piadosas,
la búsqueda pirata
de tus jurisprudencias,
sin habeas corpus
ni ley que ampare otras.
Te cedo el alma
aunque ya me la has robado,
el crepúsculo versátil
de algún contestario,
los besos que te debo
y los otros me has dado,
y aquellos que en garantía
no tienen subsidiarios.
Te cedo el aliento
que amas desde siempre,
y el jazmín que recorre
de Platón hasta Neruda,
te cedo la iracunda rebeldía
que te puede
cuando la afixia te mata
y te desnuda.
Y te cedo por
reciprocidad abarcatoria
la absoluta realidad
de mi única bandera,
lucha que despliega
la belleza de nuestra historia
entre esos vientos
que se cruzan y se quedan!