El luminoso

Alejaros ante el alba oscuro
y dejad que el olýmpos
donde refugiáis el latido
emerja de un grito desnudo
y aleje este voraz apetito de venganza.
No creáis mis lamentos
que visitan la posada de los muertos
cada noche que el sueño huérfano
anida sus espíritu al vuestro,
no cedáis en los pasos
que agigantan al sol de su hipnosis;
y si en este último día de sequía
los labios secos muerden el polvo
y los ojos son el oráculo
del mismísimo infierno
agarrad con fuerza el puñal forjado en acero
y no dudéis en degollaros
sin avisar a la muerte.
Y cuando el sol pose su poesía
y la luna decida cantar su despedida
mirad a la luz más cercana
y agarraos a su fuerza,
imputad justicia divina
al silencio mendigo
que aciaga el dolor dormido
de los desusados latidos.
Y os digo en mi anochecido cuaderno
que el poeta no muere en sus versos
si el silencio reinante entre palabras
es un silencio mudo, sin eco.