Señor, tan llenas de razón y de sentido
que ante ellas, se queda en cada cruz
lo que ha sufrido
y atrás queda la muerte, tan temida.
Son pocas, pero son, y son tan fuertes...
que vuelven al más debil en osado,
que cierran las heridas del costado
y al pétreo corazón latído advierten.
Son, la esperanza de una nueva vida
que un loco visionario pregonara.
Latido -tan sublime- que portara
la llama del amor más encendida.
Y el hombre nuevo, Nuevo,
ensancha en sus divinas vestiduras
y encarna todo el lodo pensativo
sin llanto ya, sin llanto, ya sin dudas.
Hay gestos de sublimes aleluyas,
momentos en que el alma se desprende
del barro ya sin vida
y buscando va la tuya desprendida
por ver amanecer eternamente...