A un abuelo

Sin rumbo y taciturno paseaba.

No sabia bien que hacer

En que ocupar su tiempo

Ni como pasar el rato.

¡el día se hacia tan largo!

Para si pensaba triste

Que ya…¡cuan poco valía!

Pensaba que ya era viejo.

Echaba de menos aquel lio

Aquellos papeles en su mesa

Cartas y facturas apiladas

Esperando respuesta unas

O el visto bueno las otras.

Permisos pendientes y proyectos, 

Reclamaciones diversas.

Los cafés con los colegas

Las risas y los cabreos.

Y le costaba aceptar

Que ya su vida… era otra.

La mitad del día le sobraba

en su animo pesaba

la libertad que tenia

y todo el tiempo del mundo

que ahora se le ofrecía,

aquello lo entristecía.

En una mesa cualquiera

de cualquier café del barrio

sentado sin prisa alguna

leía la prensa del día, 

las noticias, los deportes

los anuncios y la bolsa,

al llegar a las esquelas 

detenía sobre ellas

algo cansada su vista.

Una mañana en verano

le saco de su letargo

una infantil voz muy tierna

que con dulzura decía

¡abuelo! llévame al parque

¡veras que bien lo pasamos!

Yo me subiré al columpio

y tu me darás impulso,

con la fuerza que tu tienes

harás que vuele muy alto.

Y luego…

cuando el sol se vaya

ya camino de casa,

de chocolate y fresa

me compraras un helado.

Jugaremos a escondidas

o al balón si lo prefieres,

pasearemos los jardines

agarrados de la mano,

veremos a los gorriones 

de rama en rama saltando.

Y si te cansas, ¡abuelo!,

buscaremos algún banco

bajo la sombra de un árbol,

descansaremos un rato

y me contaras un cuento

que tu te iras inventando.

Mientras como la merienda

que la abuela ha preparado

los dos sentados mirando

acercarse a las palomas

para comer las migajas

que se caigan de mis manos.

Cuando estemos de regreso

recogeré margaritas,

are un lindo ramillete

y una corona de flores

para dársela a la abuela

que allí en casa nos espera.

Tu le pondrás la corona

sobre su moño dorado

y yo le daré el ramo

que para ella he juntado.

¡abuelo! ¡vamos al parque!

Supo así aquel buen hombre

que la vida le guardaba

la mas hermosa tarea

como un jardinero amoroso

debía cuidar dos rosas,

de todas, las hermosas.

La mas dulce y tierna

¡su adorada nieta!

La mas bella y olorosa

¡Su querida esposa!

¡abuelo! ¡vamos!

Llévame al parque.

MG 01-09-2012