Entré al bar aquella noche,
ocupé sola, una mesa,
el licor debía llevarse
mi dolor y mi tristeza.
Con el alma despechada,
pretendía sólo olvidarte,
el alcohol sería mi aliado,
mi defensa, mi valuarte.
Sentía sobre mi nuca ,
dos potentes reflectores,
sin embargo la penumbra
que daban los veladores,
no podían hacerme sentir,
ese calor fulgurante.
Giré en redondo y lo tuve,
como a una estatua, adelante,
con sus ojos devorando
mi figura desgreñada,
haciendo que yo sintiera,
el fuego de su mirada.
Se acercó y sin palabras
me rodeó por la cintura,
me acompañó con un trago
y con total desenvoltura,
me aprisionó a su cuerpo.
No atiné ni por ventura
desligarme de su abrazo,
y nos perdimos en besos,
en caricias, arrumacos,
y quedamos como presos
de un éxtasis exquisito.
…el día nos halló en la cama,
con nuestros cuerpos desnudos,
la ropa desparramada,
esparcida por el suelo,
nuestros cuerpos agotados
de amarnos toda una noche,
sin habernos preguntado,
nada sobre nuestras vidas.
En silencio nos vestimos,
con un beso en la mejilla,
fue como nos despedimos.
Volví a casa, estabas solo,
me miraste indiferente.
Prometí desde ese día,
salir…y , conocer gente…
® Susana Valenzuela 14-08-09