Muchos son aquellos que te ven con ojos
plenos de suspiros y de mil antojos,
tales que al mirarte quedan extasiados,
arrobados, idos, como enajenados.
Frente a tu ternura y ante tus encantos,
nadie se sustrae, ni los mismos santos.
Dios te dio tal gracia, tal imán, que pienso
que su amor contigo fue en verdad inmenso.
Pero ¿qué diremos de este humilde siervo
que a Neruda admira como a Amado Nervo
y contigo al lado va por el Edén,
cuando por las calles te lleva abrazada
o cuando me besas tan enamorada?
Dí si no me quiere Dios a mí también.
Heriberto Bravo Bravo