El lapso de unión entre los dos es invariable.
Perpetua, es la luz del sol que da a la tierra,
seguirá alumbrándola, aunque no quisiera,
pues la vida, sin el calor del sol no es posible.
Igual que yo, a mi reina, jamás dejaré de amarla,
pues, yo mismo me causaría tremendo daño.
Si ella ya no me quisiera, no seria extraño,
extraño sería, a la amada mujer desdeñarla.
El sol cada fin del día, se hunde en el ocaso,
cual fuera su amada la tierra, la besa y se va,
siempre dándole calor, que nunca se acaba,
también mira, si todo esta en orden a su paso.
Yo amo su día, también quiero su noche,
en el día la admiro, pues es feliz y consecuente,
a la noche espero su travesura ocurrente,
y hago mío su cuerpo sin dejar un solo bache.
Sé que un día en el ocaso estaremos los dos,
nuestro ocaso no será derrota, ni siquiera casual.
La hermosa mascara no será siempre igual,
pero jamás preguntaremos, ¿el amor donde quedó?
La piel de momia de nuestras manos será testigo,
al paso del tiempo se deterioran los emergentes,
cada paso será un triunfo, a la vista de las gentes.
Muerto el animal, hombre y mujer siguen amigos.