Como una estrella fugaz,
te confundí aquella noche;
mientra aguantaba su luz
te miraba insistentemente.
Hubiera dicho tantas cosas;
la sangre se alborotaba
y no lograba explicarme
al trabarse mi garganta.
¡Ay, cariño mío, por qué
no conseguí yo hablarte!
Tan fuerte era mi dolor
que no podía controlarme.
Quise poder introducirme
en lo hondo de tu alma,
pero, mi vida, no me dejaste
y quedé desconsolada.
¡Ay, amor!, tú sabías mi sentir
y sin asumirlo me abandonaste.
Así fue más fácil para ti;
no te importó mi desesperanza.