Hay tantas cruces clavadas
en las paredes de una casa,
de un hospital, de una iglesia
de una estación, de una oficina
de una escuela, de un salón
de un pobre o lujoso hogar
Cuántas cruces son talladas
en oro, en bronce o en plata
en madera, en hierro y en plástico
en vidrio, en cobre, en tela;
Tú sufres Señor en tantas cruces
pero más aún en mi cruz de arcilla
donde cada alborada y anochecer
me traspasan tus ojos piadosos,
tu dolorosa corona de espinas,
tus brazos extendidos a la Vida,
tus pies clavados y sangrantes,
tu costado abierto por la lanza;
velando mi sueño y anunciándome
otro despertar. Tu cruz de arcilla
me ayuda a llevar las alegrías
y las muchas penas del nuevo día.
Ahí estas siempre querido Jesús
como mi fiel Señor y Único Amigo.
Vestido todo de bella y roja arcilla
así un día llegaste a mis brazos
a sufrir tu dolor de Dios-hombre en mi pared
y yo consolar mi soledad en ti, Señor.
Te cuido como un preciado tesoro
para santigüarme y besar tus pies
En soledades, en tedio, en angustias,
en pensamientos y remordimientos
en enfermedades, en salud, en ansiedad
en quejas y pesares; a la luz del sol
y en la oscuridad de la noche
te miro esperándome al irme y al volver
Te quiero y venero mi Jesús de arcilla;
no te cambiaría ni por todo el oro
ni toda piedra preciosa que te tallen.
Eres mi cruz sencilla, de poco valor
quizá no eres tan bella como otras,
donde ríe y llora al rezarte, mi corazón
Que tu cruz pueda ser mi Buen Jesús
lo último que vean estos pobres ojos,
cuando deba despedirme de este mundo
de la ingrata vida, de la soledad amarga;
expirar abrazada a tu cruz arcillosa
del color del barro y de tu Preciosa Sangre
Que sea lo único que mire al partir
al paraíso de tu Reino, a tu Cielo,
tu santa imagen de arcilla roja
que carga mis pecados y mis culpas.
Nada vale más en esta vida que tu Amor
y yo deseo postrarme ante tus pies, Señor