Que vana es mi sustancia
y que llenos mis silencios.
Que angosta es la vida,
como hierro incandescente
va causando heridas.
En la sabana de la existencia,
donde se colman los retiros,
junto a verdes penitencias,
guardamos señas ahorcadas
en el árbol del olvido.
Que grandes son mis defectos
y que exiguas mis virtudes.
Llevo un sepelio por dentro
pues, de errores tengo miles
insensatos sentimientos.
No me lleves, lapso imaginario,
a una vida de inciertos;
ni al silencio profundo me lleves.
Trenzo mis ritmos primarios
y postergo el ansia que me hierve.
No te evadas, afán,
que aún no te alcanzo;
a mi sed le invoca un desaliento.
Salga, en mí, tu alias sin congoja
que te entregue de la mano mi aliento.
Que nimias son mis ideas
y que grandes mis anhelos.
Cuando mi mente farsea
me revuelvo en un duelo
que mata lo que no crea.
Ni tengo maña tempranera
ni soy de postergado alucine,
falseo a modo de inspiración;
en mi carro llevo, por que adivines,
una mochila de trovador.
Muevo grafías a mi placer,
ni en la ventura
de la escritura,
hallo lo que quisiera
poder tener.
¿Que por la herida de mi mano
va mi ánimo?,… cual escribano.
Y queda en la escritura
un pensamiento que ayuda
a despejar el dos mas dos.
Cada momento,…
un eterno desaliento.
Como postrero aliento de mi boca
soy la cuerda que me sujeta
a la palanca de la derrota.
Dura memoria
la de mi historia,
si por los siglos de Dios, Amén
llevo a cuesta no tener en cuenta
¿Donde estas que ya no escribes? ¡ dinos que ha sido de ti!, es quizas que no pecibes el vacio que hay aqui.