¡Qué silencio tan triste! ¡Mi templo se vacía!. Figuras adoradas, familia que quería, estrellas de mi cielo, se marchan día a día. Queda el nicho vacío y la atmósfera fría. Aquellos que me puse de modelo y de guía, tantos buenos amigos, con quienes compartía esfuerzos y temores, tristezas y alegría. ¡Qué silencio tan triste!, ¡mi templo se vacía!. Aquellos diez altares donde yo me ofrecía como amigo y sirviente, y donde yo ponía como hijo y hermano una flor cada día. Aquellos candelabros que su mano encendía se apagaron por siempre. ¡Mi templo se vacía! -------------