La luna alumbra nuestros rostros despreocupados,
No existen entre ambos problemas y enfados,
No existe alrededor nada por lo que preocuparnos,
Solo el amor que vuela entre nosotros, amándonos.
Recorres mi cuerpo con un gesto tímido,
Acaricias las curvas de mi cuerpo desnudo.
Y es tuyo, no me muevo, tan solo respiro.
Y tú sigues, y susurras: "un sueño..."
La brisa acaricia mi cabello antes dormido,
Y baila con él la fina hierba que en el prado reposa,
Las margaritas que nos miran con pudor,
Las estrellas en el cielo sonríen su esplendor.
Tus labios acarician los míos, besos de miel,
Llora el lago envidioso tormentos de hiel.
Tú sonríes dulcemente a la mirada que te dediqué,
Acarició tu lengua mi cuello y mi tez.
Y te llevaste la llave que guarda mi corazón,
Abriste la celda que en mí siempre existió,
Te permití el paso que alguien oscuro abandonó,
Cuando entraste en mí comprendí que no importó.
Y fuí tuya en esa noche de abril,
Me abrazaste, me besaste, fuí sólo para tí.
Y ahora ya sé que soy incapaz de vivir sin tí.
¿Sabes? lo eres todo para mí.
Entraste con cuidado, despacio,
Deslizándote en mí,
Entraste en mis sueños cuando yo me dormí.
Al despertar y no hallarte frente a mí,
Quise llorar, quise de nuevo morir,
Pero acunó mi cuerpo la calma después de la tormenta,
Estás conmigo aunque no estés cerca.
Siempre te amaré, siempre te querré,
Siempras serás el sueño que aguardaré,
Siempre serás el dueño que esperaré,
Eres aquel que en la noche acaricié.
Y no existen barreras entre lo que siempre importó:
Su sueño, mi sueño, la vida que anheló.
Ya no existen distancias que se atrevan a impedir,
Que mi alma y mi cuerpo sean para tí.