SE TE PASO LA MANO

"SE TE PASO LA MANO"
Señor: Tú me chiqueas,
me cuidas como a un niño.
Todo tu celo encuentro
que desbordas conmigo.
Me tomas en tus manos
y me das tu cariño;
me llenas de regalos
y de mimos también.
Me has dado de entre todas
las cosas, la más bella.
Has puesto allá en el cielo
de tu amor una estrella
y has querido que vaya
con afán hacia ella
como hicieran los Magos
para guiarse a Belén.
Yo me siento dichoso
del amor con que me amas.
Es más, a veces pienso
que soy privilegiado.
Tú todo me prodigas
y nada me reclamas.
Estás crucificado
por mi amor e indefenso
y hay en tu amor ternura
y un manantial inmenso
de goces, de delicias
con frescura de lirio.
El amor que me diste
se me ha vuelto un delirio.
Es pasión ardorosa,
es ardiente martirio,
es una luna llena
de ansiedades y fe.
Y, bien digo que me amas
porque...me siento amado.
Sobre todo has querido
que esté siempre a mi lado
de entre todas las bellas
la más bella mujer.
¡Ah, cómo me extasío
contemplando sus ojos!
¡Cómo adivino en ellos
tus finezas, Señor!
¡Cómo está tu ternura
tan bien configurada
en esos ojos dulces,
en esa su mirada
que me arranca suspiros
de febril emoción!
En sus pupilas verdes
cintila la esperanza.
Yo puedo, al contemplarlos
y sentir sus destellos,
puedo mirarme en ellos.
¡Son los ojos más bellos
que has creado, Señor!
Has hecho muchas cosas.
Has plasmado en los lienzos
de este planeta nuestro
tu poder de Creador.
Fabricaste las rosas
y los cielos intensos
de horizontes manchados
de fugaz arrebol.
De cada mariposa
tomabas los colores
y al preparar esencias,
buscaste raras flores
y de una pincelada
surgió tu creación.
Hiciste a los artistas
para que continuaran
en humildes bosquejos
y remedos de luz
tu grandeza y tu encanto.
Y de hondos manantiales
y de claras cascadas,
se fue tejiendo un canto
de amorosas tonadas
como esas que en mí nacen
con las tiernas miradas
de tan bella mujer.
Se te pasó la mano
con ella. Estoy seguro.
Admitir los errores,
yo sé que es algo duro...;
pero es que a ella la hiciste
más bella que a la luna,
más linda que a las flores,
más dulce que a ninguna
y, ¿sabes una cosa?
Yo la quiero, Señor.
Tiene su voz un timbre
que llega hasta mis venas.
Con oírla se acaban,
se escabullen mis penas.
Algo sucede dentro,
muy dentro de mi ser.
Se te pasó la mano.
Sí. Debes aceptarlo.
Bien sé que eres sincero
y no podrás negarlo.
No quiero ni pensarlo
que dijeras que no.
Y luego sus cabellos,
y luego sus mejillas,
la forma en que camina,
sus piernas, sus rodillas...
Yo no puedo evitarlo.
Me tiene fascinado.
Perdóname, Dios mío.
¡Estoy enamorado!
Me gusta tanto, tanto
decirle que la quiero,
estar tan cerca de ella,
vestirme de su piel,
fundirme con su abrazo,
gozar con sus caricias;
hacer que de mis sueños
emanen las delicias
y besar esa boca
que me hace estremecer.
¡Ay, esos labios rojos!
¡esa manzana fresca!
¡Esa figura frágil
tan linda y arabesca!
¡Esa coquetería
que la llena de gracia!
No me hagas responsable
Señor, de lo que siento.
Ella envolvió a mi alma
de amoroso tormento
con esa sutileza
tan sexi de mujer.
Heriberto Bravo Bravo SS.CC (Derechos Reservados)