La boca como una luna redonda,
triste de aterir el frió.
La muerte y el escalofrió,
recorrido de hueso a hueso
con un afán desmedido de ser nada.
El reloj desfallecido,
ahogado en un arenal,
y la vida parca en hilos
con un rígido desvarió
se remata en un abismo.
Todo nos lleva, inexorable destino,
hacia la oscuridad del olvido.
Enlutarse el alma por siempre
con la esperanza del recuerdo
y sentir continuamente el dolor
como un halito de polvo
amenazando el cuerpo, la razón.
Que refugio queda, que respiro,
si cada paso, cada giro
nos conduce al fin del camino.