Semana Santa insólita

A LAS VÍCTIMAS de la pandemia DE ARTAJONA Y A LA RESIDENCIA. A Don Pedro, párroco de esta historia.

Paralizado está el mundo

en esta Semana Santa.

Las procesiones no salen;

todos se quedan en casa.

San Pedro estará vacía;

nadie esperará en la plaza;

mas seguirá nuestro espíritu

más allá de nuestras casas.

Qué importa que abra el cortejo

la cruz, si está en nuestras almas.

Salga o no salga a las calles,

el Señor nos acompaña.

Que no hay quien saque los pasos;

la iglesia está confinada;

pero mi pueblo está orando

por la salud golpeada.

Imagino por San Pedro

varios soldados con lanzas,

y a Jesús, tan afligido,

con la amenaza en la espalda.

Por la casa del Aguáu,

necesita una parada.

¡Padre nuestro, desde el cielo,

guárdanos una morada!

Prosigue la procesión;

sobre los mozos, las andas.

La luna se queda atrás.

Por casa de la Tomasa,

se detienen los mozorros;

suena de nuevo la banda.

Reagrupados los pasos,

van bajando por Remahua.

“La flagelación” da miedo;

mejor no mirar las caras

de los “ cachanes”…¡Qué látigos,

Señor, hiriendo tu espalda!

¡Venga a nosotros tu Reino

y que tu voluntad se haga!

Por la calle Juan Lascarro,

va entrando la comparsa:

el  Ecce Homo, solemne;

la Cruz a Cuestas, que clama.

De repente, se estremece,

en la noche, el gallo, que canta.

Cerca del Hospital viejo,

La enésima parada.

Coincide la Residencia

con la misma Cruz Alzada.

Su voz “Eli, Eli, Lama

Sabatani” – resonaba.

Y ya en medio del cortejo

nadie contiene las lágrimas.

¡Comamos tu pan, Señor,

y perdona nuestras faltas!

Ni María ni San Juan

renuncian a la plegaria:

“No olvides a los abuelos,

Señor, sabes cómo te aman!;

bendice a sus cuidadores,

que se dan en cuerpo y alma”.

Y  la gente se emociona ,

al oír tales palabras

de la boca de María,

rogando a su hijo, afectada.

¡Salve, Rey de los Judíos!

-gritan desde las ventanas.

Huir de la tentación

y  huir de las cosas malas.

Las cruces por Barredinda

abren camino y avanzan.

El Huerto de los Olivos

abre los pasos,  y pasa.

Las farolas crean sombras

y me invade la nostalgia

por la casa familiar,

seres queridos que faltan,

una corona de espinas,

que siempre nos acompaña.

Y se vuelve a parar

al llegar a la Posada.

¡Padre nuestro, desde el cielo,

guárdanos una morada!

Y Jesús desde la cruz,

bendice a su pueblo,  que ama.

Sacristán y monaguillos

abren, de nuevo, la marcha,

por la calle La Cruz,cuesta

arriba, rezando, avanza.

Ocho mozorros al paso

sufren con la Cruz Alzada;

las niñas,con las horquillas,

les liberan de su carga.

La Esquina de Tomasico

y el Santo Sepulcro, en alza;

¡Venga a nosotros tu Reino

y que tu voluntad se haga!

De fondo, música fúnebre.

Ya quedan pocas paradas.

Jesús, yaciente, finado;

rostro enjuto, larga barba.

Virgen de Jerusalén,

calle donde el dolor sangra.

Viendo el Portal de Mayora,

Los mozorros se relajan.

Lo van cruzando los pasos;

con dificultad,  lo pasan.

La última es la Dolorosa.

Con lágrimas de esperanza,

clava sus ojos en el Cerco

y en su corazón se clavan

siete puñales que duelen…

profunda pena del alma.

Llorando por la pandemia,

pidiendo al pueblo confianza.

¡Comamos tu pan, Señor,

y perdona nuestras faltas!

Toma la palabra el párroco,

las mujeres le acompañan.

“Los caminos del Señor

son inescrutables” – canta.

“Te acompañamos, Señor,

porque tú tienes palabra,

promesas de vida eterna.

Y la procesión se acaba…

Y mi pueblo sigue orando

en esta Semana Santa,

vivida por desigual:

La más corta o la más larga.