El suplicio nunca es eterno

Mis pies a las piedras se acostumbraron,
también al frío helado del invierno,
pero el suplicio nunca es eterno.
Supe recoger lo que a los demás sobraron
Viví desnudos como el Niño del pesebre,
hasta me he lucido con elegancia
en aquellos tiempo de mi infancia,
nunca pensé que era por muy pobre.
Los rezos heredados lo sé de memoria
siempre dije: señor ruegas por nosotros,
pero el ruego llega primero a los otros.
Nunca sobre la tierra pretendo la gloria.
Mi fe me inspira a creer en Dios.
Ante la adversidad no me detengo,
la suerte de mi lado por ahora tengo.
Igualmente agradezco por la vida que dio.
Autor: Alcibíades Noceda Medina