Eterno enigma

Postrarme ante tí,
cúspide de frenesí,
no es artimaña capciosa
por conquistar la recelosa
dimensión de tu alma,
sinó por mostrar con esperanza
que yo confío en tu tardanza
y, al diluirme en el azul de tus ojos,
un escalofrío tembloroso
recorre mi cuerpo
y mi piel se estremece,
y resuenan en mi mente
graznidos de cuervos
y el lastimero tañido
de una cítara;
sedante zumbido
como el vuelo ingrávido
de una avispa.
Hay olor de cirios apagados
en tu mirada fría
y un matiz de fuego
en la humedad sombría
que enciende el aire y luego
se extingue en su porfía.
En el eterno enigma de tu mirada
está escrito mi destino con sangre,
quizá me lo susurrará el viento
cuando se tiña de rojo la tarde.