En tu mundo fue impróvida mi llegada,
llegue hasta tu verja entonando mi canción,
vestido de rocío y con pasión empapada,
de esa alguna forma, logré llamar tu atención.
En mis versos digo que quiero verte dichosa,
lo que tengo, prodigo por ti niña de ensueño.
Me inclino ante tu planta al verte candorosa,
estrella de las dichas, amor de todo mi sueño.
Al verme rendido, bajaste la escalinata
diciendo: bienvenido forastero de antaño,
que aun se acuerda que existe serenata,
dándome la mano, desde el primer peldaño.
Niña, vengo recogiendo flores de los campos,
en ellas se reflejan amores de la divinidad.
Realmente en tu mundo soy de otro tiempo,
eso me da razón para amarte con sinceridad.
Mis versos te cantan serafines y querubines
y el Padre Eterno me acompaña con su lira,
para evocar tu nombre venimos de los confines
y mostrarle realidad al corazón que suspira.
Tu mirada me rocía con lluvia de estrellas,
en tus labios sonrientes hay promesa de amor,
inocente tu ofrenda y en el mundo la más bella.
Aun quedo asombrado, de tu dulzura y candor.
Autor: Alcibíades Noceda Medina
Serenata con querubes y serafines... Señor Noceda como siempre me pone usted en un aprieto para comentarle, pues me faltan palabras. Se ha traído esta vez los músicos celestiales, y su musa no escatima en sus versos para con su pluma enamorar. Enhorabuena Mariel