¿Lo oyes alma mía?
Al contemplar la nieve al derretirse,
que emerge de la blanca cordillera,
mi alma se va por esos ríos puros,
por fe más allá pueden ver mis ojos.
De la cordillera viene el agua viva,
con toda prisa por los ríos y canales,
derramando sin cesar su amor y gozo.
Un manto anaranjado cubre las montañas,
las uvas y manzanas inundan los valles,
y en el agua clara se va mi esperanza.
Este amor pide a cambio tu bondad,
donde albergue encuentra mi alma,
cuanto amor se ve en este mundo,
navegando hacia el mar en tu luz.
Lupercio de Providencia