1.
Yo me vi en un Espejo reflejado
Y avanzando hacia mí.
Y creí que Otro era.
No me reconocí.
¡Pero Yo era!
Contra el Espejo, casi,
Me rompo la nariz,
Gracias te doy, Señor.
Me diste mi Cojera,
Pero hiciste que nunca
Como a un Cojo me viera.
Nadie se oye su Voz.
Nadie se ve su Cara.
Nos ven y oyen los Otros
Y por Ellos sabemos cómo somos.
No lo sabremos nunca por nosotros.
Dios no nos da los Ojos
Para que nos veamos.
Dios no nos da la Lengua y los Oídos
Para que nos oigamos.
Pensando en los Demás,
Más que en Nosotros,
Ojos, Lengua y Oídos Dios nos da.
Su Caridad, nos hace Generosos
Al tenerles que dar lo que nos da.
Si a mí mismo me miro,
Me veo extraño.
Si a mí mismo me hablo,
La Voz escucho de un Desconocido.
Cuando a mí mismo yo me quiero ver;
Cuando a mí mismo yo me quiero hablar;
Mis Ojos y mi Lengua
Son para mí un estorbo.
Solamente un estorbo nada más.
Y por eso Yo os digo
Que a los Ciegos y Sordos,
Aunque os parezca un Loco,
Yo les envidio.
Viven en su Interior.
Yo en el Exterior vivo.
Y en él Exterior viven
Sólo el Mundo y el Ruido.
Y del Mundo y del Ruido
Siempre huyó Dios. 2.
Para verme a mí mismo;
Para escuchar mi Voz,
Cierro mis Ojos; tapo mis oídos,
Y a oscuras y en silencio,
Me adentro en mi Interior.
Allí me veo a Mí
Y Allí le veo a Dios.
Del Mundo y de su estruendo
Sin cesar voy huyendo
Y en mi Interior gozoso me refugio.
En él a Dios le encuentro
Cuando le busco.
A oscuras. En silencio.
Lejos del mundanal ruido
Y de su estrépito.