Sucede tan amenudo, que un día, el amor termina, y los pétalos de una rosa se quedan sin su rojo carmín y se tornan en gris blanquecino. Y un beso marchito, aun teniendo unos labios para besar busca otros labios encendidos para que a los primeros los pueda olvidar. Sucede tan amenudo, que un ser apagado aun teniendo un amor enardecido busca un amor clandestino creyendo que su corazón estará mejor pagado. Y que unas lágrimas lloradas cuando éstas se han secado quedan ocultas de los ojos que las miran. Sucede tan amenudo, que el sentir de cada uno ocupa el espacio vacío de otro sentir, que antes, por allí ha pasado. Y aunque existan lágrimas escondidas y sufrimientos vencidos; aunque suceda todo eso, tan amenudo, yo nunca, ¡nunca!, me acostumbraré.