CANTO POR LOS TRABAJADORES OPRIMIDOS

He aquí el grito y el canto que ante nadie se arrodilla,

el que marcha erguido con la frente bien alta.

Este es el poema que no escribe miedos de cobardes

omitiendo a porfía el quebranto de quien trabaja.

No dormirán las guitarras alteradas con su bronca,

no ha de apagarse el incendio prematuro de las cuerdas.

La vida es risa y llanto, canto y penurias despiertas

renaciendo bajo la luz de lunas embriagadas

cuando el látigo cruel del cantar las recuerda.

Canto por los menchos dolidos y las hachas lastimadas,

canto a la tierra y al surco, a la espiga seca del rocío,

canto un dolor casi sangrando pa´ degollar la perra vida,

canto por mis campesinos mal pagados con olvido.

Que no solo sean rosas y besos los motivos de la tinta

ardiente entre las sombras del lastimado verso

del poema que el pecho ahora va entonando

y llega a las vértebras, al alma y al mismo hueso.

Tiembla la noche y ruge el silencio,

grita el cielo en su congoja de nubes,

mientras sufren los ultrajados a lo lejos.

Tiembla el día que al dolor se sube

y al anochecer baja ahondado en el cuerpo,

corren los potros sobre la sangre envenenada,

corre la peonada tras el justo sueldo…

Es esta la denuncia que casi nunca termina,

la que brotó del sudor de mis hermanos,

que monte adentro o a campo afuera

dejaron su vida esperanzada al hueco de sus manos.

Aquellos que otorgan el sacrificio solo al patrón

y sus hijos no conocerán ni libros ni escuelas.

Aquellos que a destajo y explotados a sol de yugos

son enarbolados con el mínimo de la miseria.

Yo traigo un reclamo que no es nuevo

un grito que nació antiguo, de los jornaleros.

Traigo la voz de los no escuchados

para que se haga conciencia entre los pueblos.

Es el canto de Guarany, de Cafrune, de Larralde,

de Tejada Gómez, Martín Fierro y Argentino Luna.

Es la queja de viejos poetas ya olvidados

regresando a todo grito la añeja amargura;

lagrima de los obreros, de las cuadrillas cosecheras,

de mineros explotados, de madres de manos curtidas,

de pequeños tirando el arado junto a lo más indigno:

hombres trampeados, zafreros con rabia sin guaridas.

Vengo con el estandarte de trabajadores oprimidos

sembrando una batalla pa´ opacar sus quebrantos.

Traigo la voz de los no escuchados

que de tanto grito se ha vuelto canto.

Lucio Albirosa (1999)