Los arcángeles de la muerte,
falaces emisores de otras lenguas,
se surten de mi cuerpo
en vuelo desmesurado,
y ese coloquio,
vago incentivo de algunos
inescrupulosos,
hablan a espaldas
de cada frase invasora
y filosofal.
No hay excusas!
solo la pasión por lo ajeno
y las garras del sicario,
y de vez en cuando,
la prudente sintonía
del amigo infiel,
entonces acampo,
donde no acampan los
estériles indecisos
y la lluvia de tristezas
evaden silogismos,
y asi, desnudo
y presuroso,
me marcho distante,
prefiero la putrefacción
natural de la carne,
a ser fagocitado
por las hordas
fácticas de los
crueles amigos
de lo ajeno!