El voraz apetito del hombre
se revela contra el tiempo.
Los hombres…,
sus instintos no pueden sosegar.
Ya no hay causas y efectos
porque somos una totalidad,
y del todo no se puede escapar.
Tal vez sea la razón por la razón,
sin saber que hay cosas sin pensar.
En un callejón el bien hace el mal,
la moral por la moral.
Y del todo no se puede escapar.
Los verdugos…
ya están cerca y rodean a la verdad,
la acusan de mentira,
sin ni siquiera escuchar
a la conciencia maldita
que ruega sin cesar,
que se mientan a ellos mismos
una vez más…
Especulan con la idea de cambiar,
pero se reprimen al ver al sistema funcionar.
Los tristes se repliegan…
piensan que la vida no tiene sentido ya.
Le delegan su esperanza al Gran Padre
sin darse cuenta que tiran su tesoro al mar.
-oh!, Gran poder que ordena el universo,
danos fuerzas para continuar-.
El ocaso invirtió el mundo,
lo puso en su lugar.
Las campanas empezaron a sonar.
-oh! Gran poder que ordena el universo,
separa el mar, el tesoro queremos buscar-.
El ocaso desvanece a la moral.
El hombre es su propio purgatorio.
-oh!, ¡el tesoro iremos a buscar!-.