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Categoría: Soledad

Reglas para el silencio y la soledad

REGLAS PARA EL SILENCIO Y LA SOLEDAD
I
Un poeta
carga a su cuenta una vida entera
se despoja de la última moneda para asegurar la eternidad.
Toma un dólar, un euro, un sol, un peso, una libra esterlina o un denario, para ir hasta el país de los sicomoros,
y tiene alegría sacudiendo la cabeza por la ventana.
Llama a voces al mar desde el filo de un acantilado
fabricando sangre para pintar el sol de humanidades.
Construye su casa con columnas de agua.
Clavos de luz le sirven para colgar los poemas escritos con asfaltos.
Llora el destino del planeta pegando fotografías patéticas en su álbum personal.
También reúne noticias aciagas y las clasifica según los Códigos de una justicia que desconoce.
De vez en cuando publica sus sueños en las páginas amarillas.
Una palabra de aliento le basta para sentirse bien pagado.
En olor a multitud suele inaugurar las noches leyendo partituras de dolor
mientras otros poetas callan lágrimas incandescentes.
Aquel que cotidianamente nombra sus ancestros es un poeta perdido en la noche.
Este otro que come en los mercados es un iluminado del silencio.
Por el contrario, el que se dejó crecer la barba y adoptó una boina por galaxia, tiene el cerebro casi vacío y ha muerto sin enterarse.
Ese otro que organiza recitales por la noche y siente la soledad de un teatro sin espectadores negará tres veces sus verdaderas intenciones.
Y muchos más, que mezclan el amor y el desamor, la guerra y la paz, la vesania y la cordura, el dolor y el placer, etc. sólo disponen de un miserable banco de noticias.
II
Una mujer de sal corrige mis pasos.
Tiende sus tiernas celadas en bosques prefabricados.
Una mujer amorfa cuya esencia se repite en los jardines moribundos.
Una mujer de luz que diseña sus trajes con los arcos poderosos de sus tijeras en actitud de oración y los hilos exóticos de sus encantos.
Una mujer ilota, apátrida, megalómana, apocalíptica, coprolálica y dipsómana
cuando el placer se le interrumpe en la puerta fría y densa de las mañanas sin noches.
Una mujer que ama el mar como ama los besos que le son ajenos a su memoria.
Una mujer sin sueños, hecha de piedra, para romper los míos.
He aquí las reglas:
Leerás a Kempis en verano,
La biblia en primavera,
El islam en invierno
y en otoño,
El diario íntimo de cualquier adolescente.
Datos del Poema
  • Código: 285968
  • Fecha: 15 de Enero de 2007
  • Categoría: Soledad
  • Media: 6.56
  • Votos: 108
  • Envios: 0
  • Lecturas: 1,660
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre: Cesar Reyes Campos
País: PeruSexo: Masculino
Fecha de alta: 23 de Diciembre de 2006
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