En medio de la oscuridad
has sido luz,
gimo en busca de ayuda
y siempre estás allí…
de inmediato,
sin vacilar.
Y pensar que hubo un tiempo
que no creí merecerme
ni siquiera tu mirar,
hoy me gozo de tenerte
siempre presto a ayudar…
con acciones, con tu risa
o simplemente con estar.
El amor que te profeso
te lo has sabido ganar,
a pulso,
en silencio…
pero constante,
haciéndome saber
que siempre estás presente, sin importar el qué diría la gente.
Te quiero mi amigo.
Te quiero tanto,
mi amigo amado,
que no se puede querer más.
Tendrás mi hombro siempre a tu lado
mis manos,
mis ojos,
oídos…
mi todo…
atentos y dispuestos a tu llamar.
Al menor sonido
estaré a tu costado,
secándote el llanto derramado
o dándote aliento al momento.
Que Dios me cuide de fallarte,
porque sería imperdonable
y humillante.