LA CIUDAD PERDIDA

Mira tú, ese agobio de ruidos y ajetreos
de la ciudad que duele en la serenidad perdida.
y acosada por el vértigo de la prontitud alienante.
No están ya el silencio de quietud y frescura
de la ciudad que añoro y que no vuelve,
lejana y complaciente urbe que retengo aprisionada.
Olvidó el gentío mirar hacia los cielos e incluso
relegó la belleza de sus edificios, ignorada ya
y aún despreciada por la prisa irreflexiva.
Seguramente desconoce la majestad de otrora
y en la helada espuela del invierno se perdió esa luz
de amaneceres naciendo sobre un ser de aldea.
Es la antinomia obligada a la que me resisto
y no sucumbo, aunque me arrastre el torbellino
alocado y siniestro que me robó la ciudad perdida.
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