Los días, semanas, meses, años
inexorablemente van pasando,
y eses vertiginoso transcurrir
una huella en nuestro cuerpo va dejando.
Con el pasar de los años
nuestra espalda se va encorvando,
nuestro caminar es candencioso
y las manos se nos van arrugando.
La mirada es triste y brillante
como deseando retener cualquier instante,
nos volvemos un poco niños
y nuestra imágen la vemos en los hijos.
Las sienes plateadas dejan a la luz
todo el tiempo transcurrido,
las penas, el dolor, las alegrías
que en esos años hemos vivido.
Es dolororo, pienso yo, envejecer
aunque todo lo hayamos vivido,
el tiempo comienza a retroceder
y no todo lo ansiado, lo conseguimos.