SIN TAN SIQUIERA DARNOS CUENTA

Así anduvo ella con el alma anochecida

y la cadera cadenciosa a su paso pausado,

así anduvo ella, tierna niña consentida

cuando el corazón latía con pulso atormentado.

Por los campos de agua buscaba al amado

en las llanuras eliseanas mecidas por Céfiro

y en la cintura como amuleto candorga miro

lleva, colgando en busca del otrora desamorado.

En la mañana de la vida todo es permitido

incluso Numen inspirará al señero poeta

en su perentorio poema siempre trasnochado.

Acaso hoy nos crucemos en un momento dado

ella pensando en sus cosas, yo quizás en la siesta

sin tan siquiera darnos cuenta,

de estar los dos enamorados.