Es el dolor más triste el dolor mío.
Un inmenso dolor sin esperanza,
Y soy yo mi verdugo al someterme
A los dictados del honor sin tacha.
¡Oh, Dignidad, cómo me martirizas!
¿Por qué virtud te llaman
Si no eres más que un ídolo insaciable,
Fruto monstruoso de la mente humana
Que en su locura trágica te inmola
Su ansia de Dicha en tus funestas aras?
Yo no sé si en mi espíritu sombrío
Naciste por contagio o fuiste innata.
Solo sé que te inmolo un Amor Santo,
Lo más puro y más limpio de mi Alma,
Y te abomino porque, en recompensa,
Dolor me traes; te llevas mi esperanza,
Y me dejas a solas con mis remordimientos,
Que, cual hienas rabiosas,
Me desgarran el Alma,
A golpe de recuerdos,
Tan afilados como sus colmillos.
¿Qué habrá sido, Dios Mío,
Qué habrá sido de Ella
Desde que, por perderla,
Me he perdido?