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Categoría: Sin Clasificar

LA TRAMPA DEL SUEÑO

Las pesadillas cabalgaban altaneras


Riscos y abismos me abrazaban con seducción.


A lo lejos miles de carcajadas enloquecían.


Veo una luna macilenta que ríe a hurtadillas


Muchos ojos siniestros me vigilan.


Siento la presencia de garras que se agazapan.


Colmillos de fieras infernales desgarran mi cuerpo.


Caminé entre acertijos y enigmas.


No pude vencer los laberintos de esta cueva oscura.


Sentí miedo por la presencia de algún minotauro.


Mi alma temblaba como el colibrí frente al peligro.


Ví llanuras de cráneos disecados.


Almas que levitaban bajo el llanto y el dolor.


En un portal rezaba: “prohibida la vida”.


En la distancia los vi llegar con falsas hidalguías.


Viajaban en extraños caballos desmirriados y acéfalos.


Un poder demoníaco los hacía relinchar sin par.


Era Nerón y el Califa Omar de Alejandría.


Los relinchos terminaron en mi vieja morada de infancia.


Me revolcaba como serpiente herida en mi duro lecho.


Era la misma pesadilla que apretaba mi garganta.


Entraron con malas intenciones a mi biblioteca.


Sentían desprecio por los libros que tenían la palabra crítica.


Por un instante sentí desprecio contra Prometeo.


En instantes el cuarto de los libros estaba en llamas.


Con dolor algo se quemaba dentro de mí.


Pensé en un horrible mal contra la humanidad.


El Dios de la oscuridad triunfaba de nuevo.


La idiotez era el juez iracundo de la sabiduría.


La luz era un antidogma contra lo “sagrado”.


Mi llanto era el dolor por un mundo en peligro.


Los libros indefensos callaron su boca.


La ceniza era la propia oscuridad.


No hubo tiempo para el ave fénix nuevamente.


Quizás los libros no tengan alma de aves.


Caligula reía a carcajadas sobre un tomo de Heredoto.


El día comenzaba a fenecer.


El ocaso con su inocencia nos abrazaban.


Por la ventana se escapaban los últimos rayitos de sol.


Me froté lo ojos con angustia infinita.


Aún estaba el profesor de Química en el laboratorio.


Tres homúnculos m miraban con horror y desprecio.


El frasco se hizo luz de esperanza.


Mi alma recobró el ánimo.


Un pasadizo oscuro tenía que salvar.


Un buho maléfico sin ojos y de cuencas oscuras, murmuró:


“El hombre no lleva sangre en sus venas…


Su torrente caudaloso es su miedo ancestral”.


No murmuré y contemplé el horizonte


Muchas ideas me salpicaban el pensamiento


Cuál será la suerte del hombre?


Sólo nos queda esperar…


Por: Manuel Guillermo Ebratt Doncell


Barranquilla, Diciembre 7 de 2015.

Datos del Poema
  • Código: 373562
  • Fecha: 31 de Diciembre de 2015
  • Categoría: Sin Clasificar
  • Media: 0
  • Votos: 0
  • Envios: 0
  • Lecturas: 603
  • Valoración:
Datos del Autor
Nombre: Manuel Ebratt Doncell
País: ColombiaSexo: Masculino
Fecha de alta: 26 de Octubre de 2015
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