Sollozos proferidos en la distancia

SOLLOZOS PROFERIDOS EN LA DISTANCIA.

No olvidaré el latido tembloroso

de tus ojos aquel día,

latido libre,

ascendente como el polvo

de la tierra renegado,

latido libre,

batiendo como el corazón

de una muchedumbre alertada.

No olvidaré el pesar que fue

el ascendiente de tu resentimiento,

sus causas eran fragmentos omitidos

de las reglas concebidas

por tus sentimientos,

vientos que soplaban para,

tal vez expirar,

sorbos de helados vapores que

rompían la intensidad.

Las criaturas con corazones

al albedrío del amor

navegan con bajeles de carne

explorando ignotos territorios

para saciar sus ansias de amar,

siendo briznas del fuego ardiente,

temerosas de morir sin ser amadas.

No somos caricias que sobre el azul

en su divisoria se hienden,

no somos vagos momentos sin alma,

somos sólo niños que escrutan curiosos

las cañadas,

no somos nada sino sollozos

proferidos en la distancia,

pero siembre abrazará el viento

a la soledad eterna,

y en su azote,

que es el mismo de los intemporales días,

seguirás abriendo tus brazos para acoger

el nuevo azar que se te entregue,

apelando a la suerte retenida en tus huesos,

en el juego vital,

cuyo supremo propósito debe ser

el de seguir creyendo en uno mismo.