Estabas,
y yo no te sentía,
llegabas a mí en la piel,
tú sola,
llegabas… dispuesta a todo,
rendida
de quedar conmigo
en el error cierto,
en el tibio engaño
y junto a la boca
extendida,
en los labios
inflamados
de urgencias y de hartazgos
junto a la piel,
en las orillas corvas
que palpitan
y se agitan desnudas,
inquietas,
ávidas en la noche
y en el amanecer
del deleite inesperado,
en la que te dabas
en los besos tiernos,
casi inadvertidos,
o en la caricia
delirante
que ofrecías desde ti,
en el tiempo,
en la voz a oscuras
que asoma detrás de todo,
ahí
donde buscabas perecer,
al fin,
en mis sueños
extasiada,
y yo no te sentía.