No creo en la mujer de pupilas azules,
Pues ni tú eres poesía,ni yo el Bécquer de ahora,
Tampoco escribo versos tristes en esta noche,
Ni creo en la ceniza enamorada.
Hablar de amor después de nuestra muerte,
Me parece algo tétrico y algo iconoclasta,
Propio de intelectuales que siempre necesitan,
hablar de amor como si fuera una desgracia.
Por eso olvido a todos los poetas,
A la doctrina más autorizada,
Pues el amor que ellos predican huele,
A polvo, naftalina y telarañas.
Que las palabras que esta noche yo te recito,
Son tan mías que nunca sabrías descifrarlas,
Por mucho que declames a Lorca de memoria,
Y Neruda y Machado sean tu lectura de cama.
Sin embargo no importa, que tú no las entiendas,
Pues estos versos siguen tus pisadas,
Como una sombra leve
Que irá contigo adónde vayas.
Y si te asustan estos pobres versos,
de torpe ritmo y rima más bien de andar por casa,
recuerda que no hiere aquello que no se percibe,
y que,al fin y al cabo...no son más que palabras.
Por eso cuando dices que amar siempre es cosa de dos,
Que amores no correspondidos, matan.
Yo creo que es un delicioso pasatiempo,
Dulcemente, morir por quien se ama.
Y si un día me buscas
Y te pregunta por mi alguna estrella en la madrugada,
Sigo dentro de ti,
Más allá de mi cuerpo y de mi alma,
Y tu, ingenua de ti, no te das cuenta,
De que mi corazón amante te acompaña.