Tu me acostumbraste.

Tu me acostumbraste a estas sencillas cosas
simples bellezas de lo tenue y cotidiano,
versos quete escribo con el alma que solloza
por no verte un segundo y tomarte de tu mano.
Me trajiste la calma a un camino sin retorno
a una vida sumida entre marchitos jardines,
tu me acostumbraste a ingresar en tus contornos
con el aroma dúctil de aquel ramo de jazmines.
Y en el armónico destello del lucero acostumbrado
a mirarte despacio cuando la noche desvanece,
dormida en los tiempos me tienes impregnado
del perfume de tu piel al que nadie se parece.