Somos la vertiente sumida en mil derroches
el ocaso cierto de una altiva entereza
la realidad inmune a dolores y reproches
el cierto amor que nos cae en las rarezas.
Somos la novedad y el vestido de purezas
la ignominia transmutada en un te quiero,
el soplo de la vida, su música, su tibieza
el alma de un racimo de cerezos placenteros.
Somos la lealtad, los amigos, los amantes,
los astros peregrinos que deshojan tu mirada,
la única y cercana pradera sin un antes
con el arrullo de tu aire pendiente de una nada.
Somos los colosos y finos transumantes
que al roce y la distancia no le tienen miedo,
la seguridad de amarnos en el distante
separar de mares con el mismo cielo.
Somos y al ser ya lo hemos conseguido
logramos perdurar los senderos castigados,
quisimos imaginar que somos los testigos
porque el amor no muere donde habiamos pensado.
Y somos en realidad un puñado de razones
para seguir existiendo donde nadie ha mirado,
por sobre esa ventana, mis praderas, y tus dones
de mujer enamorada y en tu amor, me has atrapado.