El tiempo todo lo mata,
lo seca, lo momifica;
el tiempo no se detiene
y a los sueños sacrifica,
las cosas reduce a polvo
y desvanece, en la rutina.
El tiempo, lento, desgasta
hasta la más dura roca
y la memoria no basta
para abarcar, en el tiempo,
todo lo que, en un momento,
se desvanece y explota.
El tiempo jamás detiene
sus pasos por nuestra vida
y en él, lenta, cicatriza
hasta la más cruel herida;
el tiempo jamás perdona
y sepulta a cada persona
en una historia perdida.
Pero es el tiempo impotente,
si se enfrenta a un corazón
que lo desafía de frente,
con este fuego vehemente
que trastorna a mi razón
y que te ama intensamente.
Es este amor persistente
la flama que no se agota
por mucho que pase el tiempo,
porque el tiempo no la toca.
Este amor rebasa al tiempo,
lo aniquila, lo derrota.
El amor que por tí siento
es un fuego inextinguible
que se sobrepone al tiempo
y se mantiene, ostensible,
por mucho que pase el tiempo,
con una fuerza invencible.
Es mi amor una corriente
arrolladora de lava
que derrite al corazón
con fuego que no se apaga
por mucho que pase el tiempo;
mi amor es el sentimiento
que te envuelve tiernamente
en incandescente fragua.-
Eduardo Ritter Bonilla.
Miércoles 20 de Enero del 2010