Se hunde el sol y yo estoy ensimismado,
cabizbajo, del mundo real ausente.
Soy preso de una sombra transparente
veo efigie irreal en el acantilado.
El ángel oscuro ahora es azulado
que ríe, y vocifera de repente,
desairado enseña un rostro insolente,
coreando cada uno de mi pecado.
El sol tumbado oscureció la orilla
el mar es ahora azulísimo trigal,
bajo mis pies ya no siento el pedregal,
fue elevándome el lucero que mas brilla.
El ángel oscuro no pudo conmigo,
desperté por la mano del Dios amigo.
El señor de los fierros
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