Cada noche siempre es de nuestro antojo,
jugamos a ser dioses sin creencia.
A veces volvemos hasta la infancia,
nuestros cuerpos se adoran como espejo.
Solamente oye tu voz mis oídos,
aprecio en el veloz agitar de tu boca,
abiertos los labios pasión provoca.
Suena la orquesta con sensual gemidos
Prohibido nuestra única creencia,
es, el cortejo antes de estar casado.
Permitido al que está enamorado,
dios de los paganos nos dio licencia.
El deseo en nosotros no decrece
amando, sin darnos cuenta amanece.
Autor: Alcibíades Noceda medina