LA METAMORFOSIS DE LA MADUREZ, COMO LA METAMORFOSIS DE LA JUVENTUD, ES CUESTIÓN, MUCHAS VECES, DE PONERSE A COMPRENDER.
Desde el otro lado del espejo,
comprendo no tener
la cabeza de chorlito,
pensando que lo pensado
es sólo mío,
y que los maduros no me entienden.
El momento más libre
de que somos distintos,
que eso que dice ella
de perdonar
y resignar problemas,
no está de moda.
Rebeldía completa
en bandada de piedras,
que espantan a los padres
que también lo hicieron
y ya no lo recuerdan.
El corazón sigue siendo el mismo.
Con otro traje
y otros amuletos
se esperan en las esquinas,
el botellón o el guateque
¡qué más da!,
todo es la misma verdad,
la verdad de ser libre
entre ángeles alucinógenos,
depositarios de una locura
sin pensar en quedarse sin vejez.
Pero qué le vamos hacer,
Adán y Eva también se desnudaron
y fueron castigados.
Sutilidad es la instrucción,
pero con una sonrisa
siempre puesta,
si no, se alejan
y no entran en el aro
de comprender la liturgia
y la lógica
de los amados padres.
La virtud no se entiende con el temor,
y ellos lo saben
aunque no sepan su nombre.
Gritan por la fuerza ser grandes,
equivocarse
con impunidad gratuita,
que replicamos y nos replican.
Les cuesta no frustrarse
en zancadas de escotillas
de un sistema sin consuelo,
de futuro intranquilo,
de promesas de mentira,
de ejemplos cuestionables,
y no encuentran la manera
de amar el arte.
Y se ponen estrellas en su rostro
marcadas con papel de hojalata,
para al menos sentir el rastro
de la ilusión perdida
-tantas veces-
Algunos crecen
y se multiplican
por hacer méritos,
después que todo se lo han dado hecho
no se ahogan,
el fututro les persigue,
y al final, se sientan a comprender
y comprenden.