Sirenita de los mares,
que vas de acá para allá,
alegrando con tu canto
a los solitarios marineros
que navegan por el mar.
Sus corazones se emocionan
colmados de felicidad.
En las noches de luna llena,
es cuando te permites ver.
Resplandeces como el oro,
tus resplandores los ciegan;
casi no te pueden contemplar.
¡Entona, sirenita, entona!,
que nos haces muy gozosos.
Así se amortiguan las añoranzas
que abandonamos al embarcar.
Al adentrarnos en las oscuras aguas,
contigo volvemos otra vez a revivir.
Tus canciones suavizan los recuerdos
que quedaron en aquel lugar al marchar.