Hoy, mis metas son más altas
que al principio de esta vida,
mi corazón más maduro
por la senda recorrida
y el valor de la experiencia
en mi conciencia, antes dormida.
Hoy me perdono mis faltas
pues tengo una idea más clara
del honor y la justicia,
comprendo mejor las causas
de mis torpezas pasadas,
mi egoísmo y mi estulticia,
frutos de mi inexperiencia,
pero no de mi malicia.
Hoy soy un juez más severo
y, a la vez, más indulgente
tanto en mi propio sendero
como al juzgar a la gente.
Hoy comprendo claramente
el sentido de nuestra vida:
reeducar nuestra mente
en un camino ascendente,
con la experiencia adquirida,
y recuperar sabiamente
nuestra grandeza perdida.-